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ISSN 1989-4163

NUMERO 31 - MARZO 2012

El Fin de mi Reinado

Rafael Reig

Cuando volví esta mañana a casa, nevaba en Cercedilla mientras yo me enjugaba lágrimas de cocodrilo con un Kleenex.

Me reinado ha concluido.

Durante un año fui Miss Tusquets, el ganador del premio. Ahora, presentada la novela ganadora de este año en sociedad, he tenido que coronar a Fernando Aramburu como Miss Tusquets.

Fue una ceremonia emotiva con derramamiento de lágrimas, pucheritos, mohínes, rubor facial, carne de gallina y besos soplados cerca de los pómulos.  Al evocar tanta emoción, en el autobús de Larrea, había que tener el corazón de pedernal para que no se te encharcaran los ojos.

Cada año cientos de novelistas, todos en bañador y con la banda que les identifica, intentan convertirse en Miss Tusquets.

Ahí tienes novelistas,carretadas de plumíferos, todos con su manuscrito bajo el brazo  y un anhelo en su palpitante corazoncito. En la foto distingo las bandas de Miss Novela Experimental, Miss Novela Histórica, Miss Novela Posmoderna, Miss Nocilla y Miss Policiaca.

Cuántas ilusiones y tan poca ropa, cuanta inocencia (a menudo interrumpida abruptamente por algún desalmado de la organización), cuánta ambición por forjarse una carrera en el mundo del espectáculo.

Y cuántos nervios, claro, porque sólo una de las adorables novelistas consigue cada años el codiciado título de Miss Tusquets.

Fernando Aramburu.

El día elegido para su coronación fue ayer, aniversario del suicidio de Larra.

Se trató de una ceremonia emotiva, sencilla, conmovedora y rutilante, como es habitual en estos casos.

Fernando estaba resplandeciente. Eligió un acertado conjunto en negro, con un toque de sobriedad germánica y guiños inequívocos a los Austrias. Hubo sorpresas: no llevaba sombrero, sino que para la ocasión se tocó con una refrescante gorra de pandillero latino en NY. Los zapatos, impecables, tan bien lustrados que, cuando se acercaba a alguna de las faldicortas azafatas, las simpáticas y minúsculas braguitas de Hello Kitty se reflejaban en su empeine.

Yo contenía las lágrimas: mi reinado llegaba a su fin.

Ah, qué momento ese en el que uno adquiere la nueva identidad de ex-Miss.

Pensaba, cómo no, en Ámparo Muñoz y otros novelistas que quizá no supieron resignarse a lo que los tangos llaman “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser“.

Rememoraba momentos estelares de mi reinado, los viajes a México, como la Cantudo; el calor de los focos derritiendo el maquillaje, las pasarelas, los institutos de enseñanza media, las presentaciones con copa de vino español…

¿A qué consagré mi reinado? Pues, como otras compañeras, a la paz mundial, por supuesto. Ah, y a la infancia desprotegida; de eso me he ocupado muchísimo. Sin parar, diría.  También a protagonizar algunos anuncios de ropa interior, como la legendaria campaña de camisetas de tirantes de Ocean. He hecho mis pinitos en el cine, con algo de destape, pero todo súper-artístico. He grabado un disco. He salido en Interviú, pero han sido fotos robadas, porque si no me jugaba mi corona.

En fin, un año notable.

El fin de mi reinado

 

 

 

 

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